América Latina y el Caribe, región de soluciones

La tarea hecha en las cumbres ambientales del 2024 abrió una senda para la COP30 climática que se llevará a cabo a finales de este 2025 en Belem do Pará (Brasil). Hay cinco asignaturas pendientes en las cuales será clave avanzar.

21 de abril de 2025

En 2024, América Latina y el Caribe (LAC) se afianzó como región protagonista tanto de la transición energética y la resiliencia climática como de la recuperación y la conservación de la biodiversidad universal.

Los escenarios de tal logro fueron las tres grandes cumbres ambientales globales, Conferencias de las Partes (COP), desarrolladas en el último tramo del año: la COP16 de Biodiversidad, que se llevó a cabo en Cali (Colombia) a finales de octubre de 2024 y le dio una nueva dimensión a la región en estos encuentros; la COP29 de cambio climático, que se realizó poco después en Bakú (Azerbaiyán), donde, entre otras cosas, se acordó triplicar la financiación para la protección de la vida y los medios de subsistencia de los países en desarrollo; y la COP16 contra la desertificación y el uso indiscriminado de suelos, realizada en Riad (Arabia Saudita) a principios de diciembre pasado y en la cual CAF –banco de desarrollo de América Latina y el Caribe–, como una de las voces más influyentes de la región a nivel global, se convirtió en miembro observador en los diálogos de esta convención, tradicionalmente concentrada en los problemas del continente africano.

Particularmente, los países de la región celebran haber conseguido en la COP16 de Cali que las miradas del planeta viraran hacia los 33 países del continente y sus ecosistemas, 14 de ellos estratégicos, y que se viera como una región compacta, pero a la vez multicultural y diversa en su capital natural. La cumbre marcó un hito al hacer partícipe a la gente del común de la conversación en torno a los temas de la biodiversidad.
Así mismo, teniendo como escenarios principales los espacios de discusión que propició CAF, se dejó sembrado el mensaje de que, como región, LAC puede ofrecer no solo los recursos necesarios para la contención del cambio climático y la transición energética, sino que también puede integrarse a la cadena de valor industrial como un actor productivo y como “una región de soluciones”.

La conferencia de Cali dio nuevas noticias en febrero pasado en Roma, donde los países miembros pactaron, entre otras cosas, el primer plan global para financiar la conservación de la naturaleza que movilizará al menos 200.000 millones de dólares estadounidenses anuales hasta 2030, incluidos 20.000 millones de dólares al año en flujos internacionales este año, que aumentarán a 30.000 millones de dólares en 2030. Además, se definió un marco de seguimiento para evaluar los avances en la implementación del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal. Los países acordaron un sistema de monitoreo que se aplicará en la COP17 de Armenia, en 2026.

La cita en Roma sirvió también para lanzar el Fondo Cali, que recibirá contribuciones de empresas que comercializan datos digitales sobre los recursos genéticos de la naturaleza, marcando un paso importante hacia una financiación más amplia para la conservación de la biodiversidad. Se espera que sectores como la farmacéutica, los cosméticos, la biotecnología agrícola, la biotecnología industrial y la inteligencia artificial, entre otros, den el 1% de sus ganancias o el 0,1% de sus ingresos a este fondo que operará Naciones Unidas. Se estima que al menos el 50% de los recursos se destinen a pueblos indígenas y comunidades locales, cuidadores de la biodiversidad.

Camino a la COP de Belém

La tarea hecha en las cumbres del 2024 abrió una senda para la COP30 climática que se llevará a cabo a finales de este 2025 en Belém (Brasil). Para CAF, esta será un nuevo escenario para cosechar el sentido de unión de la región que se sembró y trabajar en varias asignaturas que siguen pendientes. Entre ellas, las siguientes:

  1. Transiciones justas para la región. Es claro que el tema de la transición en LAC no se limita solo al campo energético. Son indispensables otros tipos de transiciones, tales como la de la agricultura y la ganadería, uno de los sectores productivos que más están contribuyendo a la emisión de gases efecto invernadero (GEI) y a la deforestación. Como se viene desarrollando hasta ahora, la actividad agropecuaria no resulta sostenible y urge una gran transformación en este campo, en paralelo con la transición energética. Se debe partir de comprender en toda su dimensión el papel que cumple el sector agropecuario en la seguridad alimentaria y en la erradicación de la pobreza, el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) del Acuerdo de París. Ello, por supuesto, implica una nueva visión de la generación de empleos y del acceso a la canasta básica para elevar la calidad de vida.

  2. Reforzar el posicionamiento de LAC como una región de soluciones. La inclusión del continente en los debates mundiales sobre transición no se debe limitar al plano de ser proveedora de recursos, sino que las acciones deben conducir a la generación de una era macroindustrial para la región, basada en la creación de combustibles limpios y de tecnologías amigables con el planeta.

  3. La adaptación y la resiliencia frente al riesgo de desastres. En este aspecto, también se requiere trabajar con un enfoque unificado y sostenible. El tema más urgente es el de la adaptación, ya que entre el 2% y el 3% del PIB regional se está invirtiendo en la atención de desastres naturales. Actualmente, CAF viene trabajando en una iniciativa llamada el Consenso de Brasilia, que busca montar sistemas de alertas tempranas a través de la cooperación transnacional, para saber cómo movilizar recursos e instituciones especializadas más allá de las fronteras. En la COP climática de Dubái (28), CAF anunció una cartera de 15.000 millones de dólares entre 2023 y 2030 dedicada al vasto campo de la adaptación y la resiliencia. A la fecha lleva invertidos 2.000 millones.

  4. Cómo involucrar mucho más al sector privado. Una vez se asumió el compromiso de Bakú de triplicar la financiación para los países en desarrollo, es decir, pasar de 100.000 millones de dólares a 300.000 millones, es urgente integrar a la empresa privada y a la filantropía en estas causas. Y aquí es cuando la región debe estrechar aún más sus lazos con las grandes compañías de países como China y Rusia, en procura de generar un crecimiento inclusivo y equitativo para los países de este lado del planeta.

  5. Impulsar el desarrollo de indicadores que reflejen las realidades de la región. Sobre todo, para los temas de adaptación, son indispensables indicadores acoplados a la medida de las situaciones y condiciones de LAC. La región no cuenta con indicadores propios que la midan adecuadamente y la analítica de datos basados en la realidad es indispensable para, por ejemplo, atraer inversión extranjera. Así también lo es la taxonomía basada en el capital natural. Como bien lo indica CAF en una de sus declaratorias, también hace falta ponerles rostro humano a los problemas globales.

Otra cita clave

No será Belém la única cita importante para la región en materia ambiental en 2025. También la de Sevilla (España), donde se realizará, entre el último día de junio próximo y el 3 de julio, la Cuarta Conferencia de Financiación al Desarrollo, considerada el segundo foro más importante de todos los que organiza Naciones Unidas.

El objetivo central del encuentro será avanzar en la implementación de las políticas y la movilización de los recursos financieros necesarios para la consecución de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible a nivel global. En ese escenario, España, el país anfitrión, espera “crear un sentimiento de urgencia” sobre la necesidad de llevar a cabo reformas en el sistema internacional para la financiación del desarrollo, con el fin de atender, entre otros, los retos del cambio climático de una manera más eficiente y justa.

Las tres primeras versiones de la cumbre se celebraron en Monterrey (México) en 2002, en Doha (Catar) en 2008 y en Adís Abeba (Etiopía) en 2015. En la última se adoptó la Agenda de Acción de Adís Abeba para proporcionar un nuevo marco mundial de financiación del desarrollo sostenible mediante la alineación de todos los flujos y las políticas de financiación con las prioridades económicas, sociales y medioambientales. Sin embargo, no se han producido tantos progresos como los que se esperaban.

Se prevé que, en Sevilla, los países en desarrollo insistirán en soluciones para el problema de la deuda. Hoy más de 3.000 millones de personas en el mundo viven en países que tienen que dedicar más dinero a los pagos relacionados con ella que a la educación. También pondrán el acento en la contradicción de que el sistema financiero no favorezca a naciones con planes ambiciosos de mitigación del cambio climático, para enfrentar una crisis que es responsabilidad sobre todo de las naciones del norte. Y reclamarán un nuevo modelo financiero que se asiente en principios de justicia climática.

Otro punto de debate en torno a la financiación para el desarrollo lo ha planteado ya Estados Unidos y se refiere a la necesidad de movilizar más capitales privados, ante el hecho de que la ayuda pública para el desarrollo nunca será suficiente para los retos existentes. También ha pedido establecer prioridades con base en la agenda de Etiopía, entre las cuales destacó la necesidad de que los países del hemisferio sur logren ser más eficientes en la recaudación de recursos internos, con una mejor fiscalidad.

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