El Caribe: desarrollo que exige resiliencia

Cada año los países caribeños enfrentan la amenaza de los desastres naturales, que afectan la disponibilidad de recursos para el crecimiento económico y social, pero también reciben los embates de crisis internacionales que impactan mercados como el del petróleo.

28 de junio de 2025

En el imaginario global, las islas del Caribe son sinónimo de arena blanca, aguas turquesas, belleza natural con vegetación exuberante, volcanes y cascadas, cultura e historia vibrantes. También, hoteles de lujo, gastronomía exótica, música y diversión.

Esa visión paradisíaca tiene mucho de realidad, pero también estas islas y otros países pequeños con costas en el Caribe enfrentan con frecuencia enormes desafíos para avanzar en su desarrollo y llevar bienestar a sus habitantes.

Entre ellos hay muchas diferencias, empezando por el tamaño poblacional. Hay algunos países de 50.000 y 70.000 habitantes. Otros como Surinam, Belice y Guyana (en el área continental), y San Vicente y Granadinas, Granada, Antigua y Barbuda, Barbados y Santa Lucía, tienen entre 100.000 y 800.000 habitantes.

Trinidad y Tobago llega a un millón y medio y Jamaica, a tres millones, mientras que entre Haití y República Dominicana suman cerca de 24 millones de personas.

En el escalafón del Producto Interno Bruto (PIB) de la región, el primero llega casi a los 128.000 millones de dólares, pero ya el décimo está apenas un poco arriba de los 1.100 millones. Para la mayoría de estos territorios, el turismo es clave: produce ingresos importantes y empleo, pero también en ellas se desarrollan otras actividades que generan oportunidades comerciales y entornos favorables para los inversionistas.

Sin embargo, las islas, especialmente, enfrentan con frecuencia situaciones críticas que amenazan su avance. Primero, por cuenta de los huracanes, tormentas y amenazas del cambio climático. Y, segundo, por las crisis internacionales que suelen afectar a las economías con alta dependencia de recursos externos.

“Hay muchas cosas para entender, porque para las estadísticas, por ejemplo, se ve a Bahamas como un país con ingreso alto, pero no es real. Eso no explica el nivel de necesidades y de financiamiento de desarrollo para tener infraestructura más resiliente y para diversificar la economía y hacerla más robusta”, explica Stacy Richards-Kennedy, la gerente regional para el Caribe de CAF –banco de desarrollo de América Latina y el Caribe–.

Cada territorio tiene su propia identidad, pero todos enfrentan realidades comunes en las que las palabras riesgo, crisis y vulnerabilidad aparecen con frecuencia. Cada shock internacional impacta de manera directa la economía y el desarrollo interno de estos países; cada huracán o subida del nivel del mar amenaza las infraestructuras y afecta la agricultura de la región, sin mencionar los efectos en la biodiversidad.

Los países del Caribe no aportan más allá del 1% de los gases efecto invernadero que impactan el calentamiento del planeta, pero son 100% víctimas de los riesgos del cambio climático. Huracanes como Irma, María y el Dorian devastaron muchas islas y economías insulares, demostrando que la crisis climática es una realidad.

Hay países como Trinidad y Tobago, Guyana y Surinam, cuyas economías están basadas en energía y dependen de la exportación de petróleo o de gas natural. Con frecuencia enfrentan oscilaciones de los precios internacionales del petróleo por tensiones geopolíticas o económicas que impactan a los mercados de energía.

CAF tiene entre sus accionistas a Bahamas, Barbados, Jamaica, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Dominica, Granada y Antigua y Barbuda, y ha avanzado en investigaciones y proyectos clave para el área, en aspectos como la seguridad hídrica, la economía azul, la resiliencia climática, la protección de la biodiversidad y el desarrollo urbano, las tecnologías sostenibles y la gobernanza.

Una de las iniciativas destacables se enfoca en el uso sostenible del sargazo, alga marina que, cuando se acumula en las playas, genera un fuerte impacto ambiental y económico.

El estudio sobre seguridad hídrica, por ejemplo, mostró que varios países sufren una escasez significativa de agua y otros enfrentan escasez absoluta. Muchos están perdiendo casi la mitad del agua disponible debido a infraestructuras obsoletas e ineficientes y la cobertura de alcantarillado promedia apenas el 11%. No son pocos los que carecen de tratamiento adecuado de aguas residuales que se vierten al mar.

Así que, los desafíos del universo Caribe son múltiples y demandan la intervención de diversos actores en muchos frentes críticos.

 

Colombia, anfitrión de Cumbre Caribe

 

Más de 25 países del Gran Caribe se reunieron a finales de mayo en Colombia en la 10.ª Cumbre de jefes de Estado de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) y la III Cumbre Ministerial Colombia-Caricom ‘Desarrollo sostenible y cambio climático’.

Al final del encuentro AEC, los delegados de los países expidieron la declaración de Montería en la que reafirmaron el compromiso con la cooperación como un instrumento esencial para alcanzar el desarrollo sostenible del Gran Caribe, el cumplimiento de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

El documento resaltó la importancia de las alianzas estratégicas multiactores y multiniveles para lograr una cooperación para el desarrollo sostenible eficiente y mutuamente beneficiosa para todos los países.

En la III cumbre Caricom, Colombia, hoy país observador, pidió su ingreso a esta organización de países del Caribe como miembro.

“Año tras año hay un retroceso de desarrollo a causa del impacto de los desastres naturales y esto aumenta la presión para los gobiernos en términos de la disponibilidad de recursos en su PIB para mejorar el desarrollo de su país”, advierte Richards-Kennedy.

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