
Cambio climático y biodiversidad las dos caras de la misma moneda
28 de junio de 2025
El expresidente mexicano Ernesto Zedillo llama a defender el sistema multilateral de comercio, al cual califica de “bien público global”. Resalta que América Latina ya completó otra década perdida, peor que la de los 80. Tres agujeros mantienen a la región en “una trampa de predesarrollo”, dice.
27 de junio de 2025
Ernesto Zedillo es uno de esos latinoamericanos que no necesitan presentación. Aparte de haber ocupado la Presidencia de México entre 1994 y 2000, en la cual enfrentó con éxito grandes desafíos, se le reconoce como un pensador y un economista con sólidas bases, comprometido con el avance de la humanidad.
Defensor de la cooperación internacional y el multilateralismo, ha participado en esfuerzos orientados a impulsar el desarrollo sostenible o confrontar de manera innovadora desafíos como el de las drogas ilegales.
“La globalización incluyente es necesaria no solo para los más débiles, sino también para los más fuertes, pues se trata de derrotar la polarización económica y al mismo tiempo aliviar resentimientos nuevos y viejos que amenazan la seguridad mundial”, ha señalado.
Con respecto a los retos en el campo social, no duda en afirmar que “a pesar de los regímenes más libres en materia de inversión y comercio, no hay manera de erradicar la pobreza sin una transferencia de recursos de los más ricos hacia los más pobres”.
Creyente en los liderazgos que en el pasado ayudaron a solidificar la paz en el planeta y a sacar a cientos de millones de la pobreza, insiste en la necesidad de “alcanzar la estabilidad, la seguridad y la prosperidad en el ámbito global”.
Desde hace unos meses, el exmandatario no ha dudado en expresar sus preocupaciones por la marcha de los acontecimientos, ya sea en la escala global, regional o de su propio país.
Entrevistado por Visiones del Desarrollo, esta es una versión editada de una conversación sostenida en Cartagena de Indias a comienzos de junio de 2025.
¿Tenemos una buena comprensión en nuestros países de lo que ocurre en el mundo?
En general los latinoamericanos tendemos a vernos el ombligo y ello a veces nos lleva a mirar desde muy lejos lo que pasa en otras latitudes, cuando en realidad suceden cosas inquietantes que nos deberían importar mucho.
¿A qué se refiere?
A que estamos viviendo un momento único en muchas décadas. Me refiero, literalmente, a la demolición de un sistema basado en normas que ha regulado el comercio internacional. Pero, además, esa situación se proyecta hacia otros aspectos de la interdependencia, incluyendo los de la paz y la seguridad global. En relación con los años que sucedieron al final de la Segunda Guerra Mundial, vivimos una situación inédita y crítica.
¿Cómo nos afecta eso?
Por experiencia sabemos que cuando en el planeta han ocurrido grandes choques del tipo de los que describo, Latinoamérica ha sufrido. Podemos hacer un balance que podrá variar de país a país, pero en general lo que nos muestra la historia es que circunstancias que no controlamos acaban traduciéndose en desgracias para nosotros.
¿Qué deberíamos hacer?
Lo primero es reconocer la gravedad de la situación, tanto en lo que corresponde a la economía como a la geopolítica mundial. Pasamos ahora por una especie de calma chicha, previa a la tormenta. Todavía vivimos del impulso proveniente de finales de 2024, pero no dudo en afirmar que las acciones tomadas por el gobierno de los Estados Unidos apuntan a desmontar una arquitectura basada en reglas y remplazarla por pretensiones basadas en el poder militar y económico.
¿Cómo se ve América Latina en ese panorama?
Si ese nuevo mundo se confirma, cualquier proyección tiene que estar enmarcada y matizada por esa perspectiva. Señalo que las políticas adoptadas en Estados Unidos son erráticas y carecen de lógica. Incluso afirmo que van contra su propio interés nacional y que ya han afectado y afectarán el papel que ese país ha tenido en el mundo. Por eso debemos aceptar dicha realidad como punto de partida.
¿Qué tan resiliente puede ser la región?
Lo que muestran las cifras es que Latinoamérica ya completó otra década perdida. Desde 2014 nuestras economías se ralentizaron significativamente, con lo cual el producto por habitante en la región no ha crecido de manera significativa. Si se trata de hacer comparaciones en esa materia, estos diez años pasados nos entregan un peor balance que lo que nos dejó la década perdida de los años ochenta del siglo pasado. Y eso es un resultado muy lamentable. Entre otras porque los procesos de reforma han quedado estancados.
¿Cuál es su apreciación respecto a la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y cuál podría ser su efecto en la región?
Una profesora norteamericana muy reconocida me recordó hace poco que en esta guerra el agresor es Estados Unidos, un país que ha violado los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio o los tratados bilaterales firmados con varias naciones de la región. Eso, aparte de sus propias leyes, como lo han expresado diversas instancias judiciales. Obviamente, eso puede tener como origen la molestia que les causa el surgimiento de una nueva potencia económica, lo cual acarrea circunstancias que pueden ser complicadas para ellos.
¿Cómo reaccionar?
Hace muchos años, los humanos descubrimos la diplomacia y desarrollamos el derecho internacional. Definimos también mecanismos para entendernos e, igualmente, resolver controversias en caso de haber desacuerdos. Por eso pensar en un mundo en el que solo valga la fuerza bruta lleva a un escenario que no queremos vivir. ¿Qué hacer? Para comenzar, lo que nos corresponde es cuidar nuestra casa y administrar bien nuestros asuntos.
¿Qué otras acciones sugiere?
A mí me preocupa la manera como el mundo ha reaccionado ante las agresiones de Estados Unidos. Cada país ha querido resolver sus problemas, apartarse, negociar de manera individual. Y me inquieta la falta de referencias a la violación del derecho y los tratados firmados por las partes. En cambio, esa respuesta individual que busca llegar a un entendimiento bilateral no nos va a traer nada bueno. Por eso necesitamos defender la preservación del sistema multilateral de comercio, que es un bien público global.
¿Cuál papel podría asumir América Latina?
Reconozco que los latinoamericanos representamos el 8% del Producto Interno Global, que parece una proporción relativamente menor. Pero aún si aceptamos que no representamos una gran fuerza económica, deberíamos tener la capacidad de alzar la voz, invitar a otras regiones y crear un frente unido. Basta recordar lo que dice el artículo 28 de la constitución del acuerdo general de aranceles y comercio (GATT, por su sigla en inglés), que es claro. Entonces me parece que sí podemos hacer algo, pero necesitamos claridad y liderazgo.
Más allá de esta compleja coyuntura, ¿por qué hay que decirle sí a América Latina?
Pues la respuesta obvia es que no tenemos alternativa, porque se trata de nuestros países. Creo que los latinoamericanos tenemos que tomarnos más en serio. Ciertamente vemos las oportunidades que encontramos frente a nuestros ojos y se relacionan con lo que aprendemos desde pequeños: nuestra naturaleza, nuestra gente, la cultura compartida, el lenguaje común para quienes hablamos español. Pero en ese análisis también es importante reconocer el tamaño de nuestros problemas.
¿Qué le revela ese ejercicio?
Cuando me preguntan por qué Latinoamérica no lo ha conseguido, por qué estamos en la que yo llamo una trampa de predesarrollo, me refiero a tres grandes agujeros que explican esa realidad. El primero es la debilidad del Estado de derecho, que es para mí el más importante. Otro es la baja productividad y su lento crecimiento. Y el tercero es la desigualdad. Todo ello tiene que ver con algo que empieza a verse y es la debilidad de la democracia en la región. Si no la cuidamos, no vamos a poder resolver los tres desafíos que mencioné. Por eso insisto en que estamos obligados a cuidar ese tesoro.
28 de junio de 2025
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