
CAF

En un contexto internacional marcado por tensiones geopolíticas crecientes, el resurgimiento del proteccionismo comercial está reconfigurando los flujos globales de comercio y las decisiones de inversión. Para América Latina y el Caribe (ALyC), región con vínculos estructurales tanto con Estados Unidos como con China, esta nueva dinámica impone desafíos y abre interrogantes clave sobre el impacto económico de este nuevo entorno, pero a la vez genera oportunidades.
Más allá de la aplicación del arancel universal del 10% a todas las importaciones, en términos agregados, la región ha estado relativamente menos expuesta al esquema de aranceles recíprocos implementado por Estados Unidos. En efecto, la mayoría de los países latinoamericanos se ubicaron en el rango inferior de dicho esquema debido, por un lado, a la baja apertura externa que caracteriza a la región (en la mayoría de los países, las exportaciones representan menos del 20% del PIB, cifra muy inferior a la observada en regiones más integradas al comercio global). Otro factor clave es lo acotado de los superávits comerciales frente a Estados Unidos, lo cual reduce la exposición relativa a medidas recíprocas. Esto contrasta con las cargas impuestas a China, el sudeste asiático o la Unión Europea, que enfrentaron alícuotas desde 20% hasta más de 100%, las cuales han sido reafirmadas pese a las negociaciones en curso. [1]
Aun con esta exposición que en promedio es moderada, el nuevo marco arancelario representa un cambio sustancial respecto a las condiciones vigentes a fines de 2024. El arancel efectivo promedio aplicado por Estados Unidos a las exportaciones de América Latina y el Caribe se cuadruplicó, al pasar de 2,5% a 11,5%, afectando de forma significativa la competitividad regional. De concretarse el arancel al cobre o los aranceles de 50% a Brasil anunciados recientemente, el arancel efectivo promedio sería aún mayor.
Aún es difícil dimensionar con precisión el impacto que tendrán los recientes cambios en la región, dado que el escenario comercial global se reconfigura casi a diario. Hasta el momento, los efectos concretos sobre los flujos de comercio no se han manifestado plenamente y las exportaciones de la región continúan creciendo en términos reales. Sin embargo, esta tendencia podría revertirse si las tensiones se intensifican o si los nuevos aranceles continúan afectando los incentivos de producción y consumo en sectores clave. Por el momento, los efectos provocados por la incertidumbre continúan prolongándose, y podrían exacerbarse si las tensiones se intensifican.
Riesgos y oportunidades para la región
Los canales de impacto para la región son directos —a través de la pérdida de competitividad por la imposición de aranceles— como indirectos, mediante fenómenos como una menor demanda externa, la caída en los precios de materias primas y una mayor volatilidad financiera.
Los impactos directos no son homogéneos. Reflejan diferencias estructurales entre economías en cuanto al peso relativo de Estados Unidos y China en su comercio exterior, la composición sectorial de sus exportaciones, el grado de diversificación geográfica y la creciente importancia del comercio intrarregional. A esto se suma la capacidad de cada país para aprovechar oportunidades derivadas del desvío comercial, que también incidirá en la magnitud y dirección de los efectos que puedan observarse.
En términos generales, los países más expuestos al mercado estadounidense —ya sea por volumen o concentración— enfrentan una mayor vulnerabilidad ante medidas proteccionistas. Este es el caso de México, los países de Centroamérica y el Caribe como Costa Rica, Jamaica, República Dominicana y Trinidad y Tobago, cuyas exportaciones a EE.UU. superan el 35% del total y se concentran en sectores vulnerables como textiles, alimentos procesados y productos agrícolas.
Por el contrario, en países como Brasil, Perú o Chile, China destaca como socio comercial con mayor relevancia que Estados Unidos, gracias a su elevada demanda de productos básicos y su consolidación como destino de exportaciones estratégicas. Este es también el caso de Uruguay, donde la participación de China como destino de las exportaciones de bienes se ubicó en 24% en 2024. EE.UU. representó el cuarto destino en importancia, con una participación que ha crecido en los últimos años hasta el 9% del total.
Es de esperar que en estas economías los principales efectos se den por vías indirectas, más que por vínculos bilaterales directos. Dentro de los efectos indirectos destacan la caída en los precios de materias primas, el deterioro de las condiciones financieras internacionales, la posible reducción de remesas y un menor dinamismo en los flujos de inversión extranjera directa. Estos efectos podrían incidir sobre la evolución del tipo de cambio, las presiones inflacionarias y finalmente sobre el crecimiento, tanto en el corto como en el mediano plazo.
Si bien estos riesgos predominan, también se vislumbran oportunidades en el mediano plazo. La región cuenta con atributos clave para fortalecer su inserción internacional en un entorno más fragmentado, pero también más abierto a relocalizar capacidades productivas. Entre estas fortalezas destacan: (i) ser una región de paz; (ii) contar con recursos naturales estratégicos para la transición energética; (iii) ser la región más biodiversa del planeta; y (iv) figurar entre los principales productores y exportadores netos de alimentos a nivel global.
La red de tratados de libre comercio vigente entre varios países de la región y Estados Unidos representa una ventaja comparativa frente a otros exportadores. México, Chile, Colombia, Perú, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana cuentan con acuerdos que pueden mitigar los efectos adversos del nuevo entorno comercial. A su vez, aquellos con mayor cercanía geográfica y afinidad política con Estados Unidos, podrían atraer inversiones en sectores clave como manufactura, electrónica y autopartes, siempre que logren consolidar marcos institucionales sólidos y condiciones habilitantes para la inversión productiva.
Uruguay, al igual que Argentina, Brasil y Paraguay, tienen el potencial de incrementar sus exportaciones de soja a China si este país reduce sus compras a Estados Unidos. Estos efectos ya se observaron durante la guerra comercial entre EE.UU. y China de 2018–2020. La coyuntura actual también podría acelerar la diversificación de mercados. Existen oportunidades para profundizar vínculos con otros bloques comerciales. En particular, podría contribuir a acelerar las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea, así como con países asiáticos. Asimismo, reforzar el comercio intrarregional mediante esquemas como el Mercosur, la Alianza del Pacífico, Caricom o el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) permitiría reducir la exposición a choques externos. En efecto, la baja integración comercial presente en la región genera una oportunidad para estimular el crecimiento fomentando el mayor comercio y la inversión entre los propios países de América Latina y el Caribe. Esto requiere mejoras a nivel de infraestructura y logística, mayor armonización de las normativas y articulación institucional.
¿Cuál es la capacidad de respuesta?
Los países de la región enfrentan capacidades dispares —y en muchos casos limitadas— para desplegar respuestas económicas contracíclicas. En el plano fiscal, persisten importantes limitaciones asociadas a niveles elevados de deuda pública. Esta situación reduce el espacio para aplicar estímulos fiscales y obliga a los países con reglas fiscales activas a mantener trayectorias de consolidación, incluso en contextos adversos.
La política monetaria también enfrenta márgenes restringidos. Las presiones inflacionarias dificultan la posibilidad de reducir significativamente tasas de interés sin comprometer el anclaje de expectativas inflacionarias. Esta tensión es especialmente relevante para aquellos bancos centrales que aún buscan fortalecer su credibilidad tras los episodios inflacionarios recientes.
La región presenta una marcada heterogeneidad en su capacidad institucional y en la disponibilidad de amortiguadores financieros. Algunos países han logrado fortalecer sus reservas, estabilizar expectativas y mantener el acceso a mercados internacionales de capital o a líneas de crédito multilaterales. Otros, en cambio, enfrentan vulnerabilidades externas más agudas, mayor exposición al riesgo financiero y menor capacidad de respuesta coordinada.
¿Cuál es el rol de CAF?
CAF -banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe- orienta su trabajo a convertirse en el banco verde y del crecimiento sostenible e inclusivo de la región. El contexto actual genera la oportunidad no solo para actuar en forma contracíclica, sino para contribuir con los países miembros a construir o reforzar las características estructurales necesarias para atraer nuevas inversiones. Asimismo, el nuevo orden económico ofrece una ventana para profundizar la integración de América Latina y el Caribe al mundo, de forma estratégica y con capacidad de aprovechar oportunidades como el nearshoring, el friendshoring y el auge de las tecnologías limpias.
Para cumplir este rol, CAF dispone de un conjunto de herramientas:
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Financiamiento innovador, adaptado a las necesidades de los países, como los préstamos vinculados a indicadores climáticos y sociales que CAF aprobó recientemente en México, inspirados en la experiencia pionera del bono soberano sostenible de Uruguay.
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Cooperación técnica, dirigida al fortalecimiento institucional, la revisión y mejora de marcos regulatorios y el diseño de políticas públicas.
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Generación y difusión de conocimiento, mediante la identificación de buenas prácticas y el intercambio de experiencias exitosas entre países de la región.
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Apertura e integración, apoyando a los países en su inserción estratégica en los debates y agendas globales, y colaborando en el diseño de políticas que permitan capitalizar las oportunidades emergentes en el nuevo contexto internacional. Como institución latinoamericana, CAF puede ayudar a posicionar la voz de América Latina y el Caribe en el contexto global.
*Por la Dirección de Estudios Macroeconómicos – Gerencia de Conocimiento, CAF
[1] Algunas excepciones aplicaron, como el caso de México, que tuvo tratamiento diferenciado por pertenecer al T-MEC o Guyana (38%) por su creciente condición superavitaria (petrolera) con Estados Unidos. Nicaragua (18%), Venezuela (15%) y Cuba (no aplica por tener sanciones económicas) también recibieron un arancel recíproco por encima del 10%, por motivos de carácter geopolítico.