Beatriz Schippner
Ejecutiva de Análisis Técnico y Sectorial de CAF
En un entorno dinámico y cambiante, las empresas que realmente marcan la diferencia son aquellas que no solo buscan generar beneficios económicos, sino que también tienen un impacto positivo en la sociedad y en su entorno. De esa manera, el concepto de sostenibilidad ha pasado de ser una tendencia para convertirse en una responsabilidad compartida, que debe integrarse en el corazón de todas las organizaciones.
Estudios de la empresa Kantar (2021 y 2022) demuestran que las nuevas generaciones de consumidores prefieren productos y servicios que cuenten con atributos ambientales o sociales, lo que refleja también un cambio en las expectativas del mercado. Así, integrar aspectos ambientales, sociales y de gobernanza no solo se presenta como una ventaja competitiva, sino como una oportunidad clave para desarrollar negocios que respeten las prácticas locales, mientras generan un impacto global con beneficios directos para su entorno.
Las pymes como motor de desarrollo local en América Latina
En ese contexto, las pequeñas y medianas empresas (pymes) de América Latina tienen el potencial de cumplir un rol fundamental en cubrir necesidades más profundas, como contribuir a construir un futuro más justo y equilibrado. En este proceso hacia una mayor inclusión, los créditos verdes son una herramienta para integrar la sostenibilidad en los modelos de negocio, con beneficios que van más allá de lo ambiental, abriendo un abanico de oportunidades sociales, de género y de desarrollo empresarial para comunidades locales.
Cuando una pyme decide acceder a un crédito verde está eligiendo mucho más que una inversión financiera: está apostando por un futuro mejor para su entorno. Imaginemos una empresa ubicada en un área rural de América Latina que decide invertir en energías renovables gracias a un crédito verde. No solo reduce su impacto ambiental y huella de carbono, sino que también contribuye a una transición energética más limpia para el país. De igual manera, al optar por energías renovables, la pyme mejora la calidad de vida de las comunidades al contar con un sistema eléctrico autónomo, que no depende de la red eléctrica, la cual, en contextos rurales, suele presentar desperfectos.
Además, esta inversión genera empleo local, un factor crucial en zonas donde la pobreza es una realidad cotidiana. Al trabajar con comunidades locales, las empresas generan oportunidades para jóvenes, impulsan emprendimientos y fortalecen capacidades que dinamizan el desarrollo local.
Cerrando brechas de inequidad
En una sociedad donde la equidad de género sigue siendo un desafío, los créditos verdes también representan una oportunidad para transformar la realidad de muchas mujeres. Tradicionalmente, las mujeres han enfrentado barreras significativas para acceder a beneficios en sectores como las energías renovables o la agricultura sostenible. Sin embargo, el financiamiento verde puede cambiar esa dinámica, abriendo nuevas puertas para la inclusión en áreas donde los aportes y el rol de las mujeres no siempre han sido visibilizados.
Al incorporar un enfoque de género, las empresas no solo promueven la igualdad en el ámbito laboral, sino que también ofrecen la oportunidad a las mujeres de liderar proyectos innovadores y desarrollar tecnologías propias. Este cambio no solo beneficia a las mujeres, sino que también enriquece a las empresas, creando espacios más diversos, dinámicos y competitivos.
Por ello, incorporar un enfoque de género no es una acción simbólica ni un asunto puramente ético. Es una decisión empresarial inteligente. Las pymes que apuestan por la sostenibilidad y la igualdad no solo transforman sus espacios laborales; también se posicionan mejor para competir en mercados cada vez más exigentes.
Biodiversidad y diversidad cultural como ventajas únicas
A estas oportunidades, se suma otra gran ventaja para las pymes en América Latina y el Caribe: nuestra región alberga 8 de los 17 países megadiversos a nivel global, como Brasil, Colombia, México y Perú, que juntos concentran más del 50% de la biodiversidad mundial (IUCN, 2020).
Esto incluye el vasto territorio amazónico, que cubre alrededor del 60% de la región y representa más del 10% de la biodiversidad global (FAO, 2020). Sin embargo, este capital natural se ve amenazado por la deforestación y el cambio climático, lo que pone en peligro no solo la riqueza ecológica, sino también el equilibrio de los ecosistemas que sostienen a las comunidades locales.
Diversos estudios han demostrado que los ecosistemas mejor gestionados son aquellos cuidados por las comunidades locales y pueblos indígenas, quienes aplican sus conocimientos tradicionales para preservar la naturaleza (UNESCO, 2023). Esto los convierte en socios clave para las pymes que buscan transformar sus productos y servicios con identidad propia.
A su vez, las empresas pueden contribuir a fortalecer las capacidades de gestión y emprendimiento de las comunidades, reduciendo su dependencia de actores externos para dinamizar la economía local. Este vínculo empresa-comunidad crea un ecosistema donde la innovación y la identidad cultural son catalizadores del crecimiento sostenible.
El desafío de comunicar la sostenibilidad
Ahora bien, aunque los beneficios de la incorporación de criterios ambientales y sociales son claros, comunicar la sostenibilidad de manera efectiva sigue siendo un desafío para muchas empresas. Una encuesta de GlobeScan (2024) revela que el 67% de los consumidores desconfía de las comunicaciones referidas a las dimensiones ambiental, social, y de gobernanza de las marcas. Por otro lado, un sondeo realizado a empresas peruanas (Apoyo, 2024) indica que el 52% de ellas manifiestan dificultades para medir y demostrar el impacto real de los proyectos de sostenibilidad, lo que afecta la relación de confianza con el consumidor, además que impide contabilizar el retorno del esfuerzo.
Para superar esta desconfianza y construir una relación más sólida con los consumidores, la comunicación debe ir acompañada de datos verificables, así como de evidencias e información transparente que respalden sus afirmaciones. Esto implica contar con herramientas que validen prácticas sostenibles y muestren cómo las iniciativas están generando cambios reales. Previo a esto, la pyme debe haber cumplido con la tarea de elaborar una línea de base, como punto de partida, para luego poder medir y sistematizar en datos confiables los beneficios ambientales y sociales alcanzados.
Más que un financiador, un facilitador de inclusión
Como parte de su agenda transversal, CAF promueve el desarrollo sostenible e inclusivo. Junto con el Fondo Verde del Clima (GCF), CAF financia e implementa el Programa Pymes Verdes LAC, que no solo pone a disposición recursos financieros para el desarrollo de proyectos sostenibles, sino que también acompaña a los actores y socios en este proceso de transformación. Los stakeholders de esta iniciativa son las instituciones financieras locales, que canalizan los fondos a través de tasas concesionales, y las pymes interesadas en impulsar una producción baja en carbono y generar beneficios sociales en su entorno.
A través de esta iniciativa, CAF trasciende su rol de financiador al facilitar la transición de las empresas hacia modelos de negocios más verdes, ayudándolas a superar las barreras que limitan el acceso a soluciones sostenibles y a utilizar herramientas adecuadas para verificar y reportar su impacto de manera confiable y precisa.
Mediante el Programa Pymes Verdes LAC, CAF busca contribuir activamente a cerrar las brechas económicas y sociales, asegurando que las empresas en zonas vulnerables tengan acceso a un crecimiento inclusivo que, además, sea trazable y medible en el tiempo, mientras promueve mensajes de sostenibilidad que conecten con las personas.
Los créditos verdes no son simplemente un instrumento financiero; son una oportunidad para transformar comunidades, empoderar a mujeres emprendedoras y hacer de las pymes agentes de cambio positivo. La sostenibilidad y la responsabilidad social deben ser prácticas diarias y tangibles para todas las empresas, no solo conceptos abstractos. El reto es claro: avanzar hacia un ecosistema donde las pymes, las grandes corporaciones y las comunidades trabajen juntas para construir economías más justas, equilibradas y sostenibles.