Julián Suárez Migliozzi
Representante de CAF -banco de desarrollo de América Latina-, Chile
Este artículo también se publicó en El País
Antes de que la COVID-19 irrumpiera en nuestras vidas, América Latina tenía dificultades para cumplir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, a pesar del esfuerzo realizado por muchos países en los últimos años. Con la situación actual, los pronósticos son mucho más pesimistas.
Los efectos de esta inusitada crisis alcanzan a todos objetivos de desarrollo, pero probablemente el paciente cero entre los 17 ODS sea el número 3: garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades. La COVID-19 impone desafíos inmediatos, entre los cuales se encuentran, además de la articulación del sistema sanitario y la dotación suficiente de infraestructura y equipamientos, la inversión en el personal de salud. Una respuesta adecuada durante la fase aguda de la pandemia comienza por garantizar el bienestar del personal esencial ante la emergencia, gestionando la saturación de los centros hospitalarios y la falta de material preventivo.
Pero como era de esperar, los efectos directos e indirectos de la pandemia también están contagiando al resto de los ODS, comenzando por el acceso a la educación (ODS 4) de alrededor de 154 millones de niños, niñas y adolescentes de la región que actualmente están fuera de la escuela. Además, los niveles de producción y distribución de alimentos pueden afectar las metas de lucha contra el hambre, seguridad alimentaria y nutrición, especialmente de los niños y niñas (ODS 2). El acceso seguro al agua y saneamiento (ODS 6) está enfrentando serias dificultades operativas, precisamente cuando es más necesario para garantizar una higiene apropiada. Los 130 millones de latinoamericanos que viven en asentamientos urbanos informales (ODS 11) están en una situación de mayor vulnerabilidad, a causa del hacinamiento y de la precariedad económica que hacen casi imposible mantener las recomendaciones de distanciamiento físico. Por su parte, las restricciones en la producción y movilidad han reducido notoriamente las emisiones de gases de efecto invernadero, pero el efecto sobre el compromiso de los países en la lucha contra el cambio climático (ODS 13) es aún incierto en un contexto de bajos precios de los combustibles fósiles y múltiples necesidades económicas.
La COVID-19 no solo ejerce presión sobre varios de los ODS, sino que en algunos casos supone un evidente retroceso. Posiblemente uno de los más susceptibles en América Latina es el ODS 1, que se refiere a poner fin a la pobreza en todas sus formas. Según estimaciones de la CEPAL, el impacto de la pandemia en la economía y el empleo se traducirá en un aumento de la pobreza del 4,4 puntos porcentuales 2020, alcanzando al 34,7% de los latinoamericanos, lo que significa que casi 29 millones de personas caerán en situación de pobreza. Por su parte, la pobreza extrema crecería un 2,5 puntos porcentuales, pasando al 13,5%, lo que representa un incremento de 16 millones de personas. También se prevé que la pandemia tenga efectos negativos sobre la reducción de desigualdades (ODS 10) en el continente más desigual del planeta, considerando que la población de menos ingresos se verá más perjudicada, muchas veces con jefes de familia en situación laboral informal.
Mitigar el impacto de la pandemia sobre la pobreza requiere acciones inmediatas, especialmente para paliar la pérdida de la fuentes de ingresos entre colectivos vulnerables. Adicionalmente, se deberán tomar medidas que aseguren la estabilidad los precios de los bienes de la canasta básica alimentaria, la provisión sostenida de los servicios básicos y facilidades para las microempresas y hogares de la economía informal.
Esta crisis también tendrá un efecto indirecto en la agenda de género (ODS 5). Antes de la crisis, por cada 100 hombres en hogares con pobreza extrema se contabilizaban 117 mujeres en la misma situación. En contexto de pandemia, el 70% de la fuerza de trabajo en la primera línea de atención sanitaria son mujeres. En paralelo, la violencia intrafamiliar basada en el género también es un tema recurrente. En Colombia, por ejemplo, durante los días de aislamiento preventivo, las llamadas por violencia intrafamiliar a la línea de orientación a mujeres se incrementaron en 79%, con respecto al mismo periodo del año anterior. En este sentido, es fundamental garantizar la continuidad de los servicios esenciales de salud y justicia para mujeres víctimas de la violencia, establecer medidas preventivas ajustadas al contexto de la pandemia de la COVID-19 y adecuar refugios o ampliación de las infraestructuras disponibles.
La Agenda 2030 está más vigentes que nunca, y no solo porque esta crisis afecte seriamente la ambición de cumplir con los 17 ODS y sus 169 metas asociadas, sino por dos razones adicionales. La primera es que las herramientas que requerimos para superar la coyuntura actual sin dejar a nadie atrás, tales como la cooperación y la solidaridad, son las mismas que precisamos para enfrentar los grandes retos que sigue teniendo la humanidad, incluyendo la lucha contra el cambio climático y la erradicación de la pobreza. La segunda, no menos importante, es que un modelo de desarrollo más inclusivo y verde nos hará más resistentes ante las amenazas que puedan venir y más resilientes en la recuperación. Avanzar hacia el desarrollo sostenible probablemente no nos inmunice, pero nos hará menos vulnerables.