Ricardo Estrada
Economista Principal, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
Es de esperar que el cierre de escuelas decretado como parte de la respuesta al COVID-19 y los efectos en la economía de esta pandemia repercutan en una caída de los aprendizajes de los estudiantes y en un aumento en la deserción escolar, sobre todo entre los alumnos en situación más vulnerable. La desigualdad en el acceso a los insumos necesarios para participar efectivamente en la educación a distancia y el efecto en el ingreso familiar de la pandemia apuntan a que, sin una intervención pública eficaz, la brecha educativa por ingreso familiar se amplíe considerablemente.
Tal escenario pone en peligro los avances logrados en América Latina en la reducción de las brechas en el acceso a la educación primaria y secundaria. El crecimiento económico combinado con políticas sociales — como las transferencias monetarias condicionadas a la asistencia escolar — permitieron que desde el inicio de los años noventa disminuyera la desigualdad en el acceso a la educación básica en la mayoría de los países de la región. Pero, ¿de qué tamaño es el progreso obtenido?
El Gráfico 1 muestra la brecha en la tasa neta de matriculación en la educación primaria entre los niños de hogares en el 20% más rico y el 20% más pobre de la población para 13 países de la región. Se incluyen dos momentos en el tiempo: uno cercano a 1990 (o más reciente cuando no hay disponibilidad de datos) y otro al 2018. Como se puede observar, esta brecha educativa casi se eliminó en la mayoría de los países — o por lo menos alcanzó niveles inferiores a los tres puntos porcentuales. Este cambio se explica por el aumento en el acceso a la educación primaria entre los niños de los hogares más pobres, ya que desde el inicio del periodo prácticamente la totalidad de los niños de los hogares más ricos asistían a la escuela primaria (datos no mostrados en el Gráfico).
El Gráfico 2 muestra que en todos los países analizados hubo una reducción significativa en las brechas de acceso a la educación secundaria. En este nivel educativo las brechas iniciales eran mayores y en muchos casos persisten con niveles elevados. En contexto, durante este periodo el acceso a la educación secundaria de los jóvenes de los hogares más ricos creció hasta llegar a ser prácticamente universal (o superior al 90%) en todos los países, mientras que el acceso de los jóvenes de los hogares más pobres aumentó de manera más acelerada, pero desde una base muy baja, en la mayor parte de los casos.
¿Qué hay acerca de la educación terciaria? En contraste con la educación básica, en la mayoría de los países la brecha por ingreso familiar en el acceso a la educación superior aumentó durante el último par de décadas (ver Gráfico 3). Este aumento se debe a que las tasas de matriculación de la población con ingresos más altos creció a un ritmo superior que las de la población con ingresos más bajos — la cual a principios del periodo prácticamente no tenía acceso a la educación terciaria.
La alta desigualdad en los aprendizajes prevalente en la región no se explica solamente por el acceso a la escuela, importan también la desigualdad en el acceso a la calidad educativa y en los insumos complementarios para aprender. Sin embargo, acudir a la escuela es una condición indispensable para que las niñas y niños que nacen en los hogares más pobres tengan oportunidades efectivas para romper el carácter hereditario de la pobreza y la desigualdad social. La pandemia COVID-19 pone en peligro no solo que continúe la disminución de las brechas en el acceso a la escuela, sino que incluso puede deshacer el camino andado. Es necesaria una respuesta de política a la altura de este desafío. El futuro de nuestras niñas y niños está en juego.