Minería estratégica como palanca de industrialización en América Latina y el Caribe

Fecha artículo: 13 de octubre de 2025

Durante más de un siglo, América Latina y el Caribe, como región, ha estado atrapada en un patrón económico que parece inmutable: exportar recursos naturales y materias primas con poco o nulo valor agregado. Soja, petróleo, cobre, hierro, litio y tantos otros bienes han salido de nuestros puertos hacia el mundo, sosteniendo las economías nacionales, pero a la vez restringiendo la capacidad de forjar tejidos productivos y tecnológicos propios. La región se convirtió en sinónimo de abundancia de recursos, pero no necesariamente de innovación, industrialización o sofisticación tecnológica.

Hoy, en pleno siglo XXI, ese paradigma enfrenta un nuevo punto de inflexión. La transición energética global y la Cuarta Revolución Industrial han colocado a los minerales estratégicos —como el litio, el cobre, el cobalto y el uranio— en el centro de la economía mundial. La demanda de estos minerales ya no es un asunto marginal: es el motor que impulsa baterías, vehículos eléctricos, sistemas de almacenamiento de energía y soluciones nucleares para reducir emisiones. América Latina y el Caribe poseen algunas de las reservas más importantes de estos minerales, lo que ofrece una oportunidad histórica para redefinir nuestro papel en la economía global

El modelo australiano: de la extracción a la industrialización

Australia entendió hace décadas que exportar minerales en bruto no sería suficiente para garantizar un desarrollo sostenible. Así nació el modelo METS (Mining, Equipment, Technology and Services): un ecosistema industrial que va más allá de la minería tradicional e integra a miles de empresas proveedoras de tecnología, servicios especializados, centros de innovación y redes de investigación.

El resultado ha sido extraordinario: Más de 35 mil millones de dólares australianos en exportaciones (USD 21,6 mil millones) anuales del sector METS en 2023, con una contribución combinada de minería y METS de casi el 15% del PIB del país. Pero más importante quizás, 1.1 millones de empleos de calidad, muchos de ellos en áreas de innovación y tecnología.

Este modelo demuestra que la minería puede ser un trampolín para el desarrollo empresarial y tecnológico, y no un callejón de dependencia en materias primas. La clave está en transformar cada tonelada de recurso en un ecosistema de soluciones industriales, de innovación y de servicios con alto valor agregado.

Un espejo para América Latina y el Caribe

¿Qué pasaría si América Latina y el Caribe replicaran, con las debidas adaptaciones, la estrategia australiana? La región ya tiene lo esencial: abundancia de recursos, una tradición minera consolidada y la urgencia de insertarse en la transición energética global.

Los documentos que analizan esta adaptación son claros en abordar tres ejes fundamentales

  1. Transferencia tecnológica y servicios avanzados: La nueva fase del desarrollo minero no se define por la cantidad extraída, sino por la calidad del conocimiento incorporado. La región necesita avanzar hacia un modelo que combine innovación, automatización y sostenibilidad, incorporando tecnologías que optimicen procesos, eleven la productividad y minimicen los impactos socioambientales. En este marco, la aplicación de soluciones digitales para la trazabilidad del litio, la automatización en la extracción de cobre o el monitoreo ambiental mediante sensores en minas de níquel son ejemplos concretos de cómo la tecnología puede redefinir el futuro de la minería regional.
  2. Aplicaciones estratégicas de los minerales críticos: La verdadera transformación ocurre cuando los recursos dejan de ser un fin en sí mismos y se convierten en la base de nuevas cadenas industriales. América Latina tiene la oportunidad de posicionarse en eslabones de mayor valor agregado, vinculando la minería con la manufactura avanzada, la energía limpia y la movilidad sostenible. Así, el litio puede ser el insumo clave para una industria regional de baterías, el cobre el pilar de la infraestructura eléctrica y digital del futuro, y el uranio una fuente para el desarrollo de tecnologías nucleares seguras y bajas en carbono.
  3. Competitividad regional alineada a estándares globales: Insertarse en los mercados internacionales no será posible sin marcos regulatorios modernos, políticas públicas que fomenten la inversión en I+D y una gobernanza transparente que genere confianza.

Los desafíos no son menores

Por supuesto, no todo es promesa. América Latina y el Caribe enfrentan obstáculos que han limitado durante décadas sus ambiciones de industrialización: Brechas de productividad que aún persisten a pesar de mejoras en el PIB per cápita; debilidades en capital humano, especialmente en formación técnica y digital, imprescindibles para la minería del siglo XXI; marcos regulatorios obsoletos o fragmentados, que generan inseguridad jurídica y desalientan la inversión extranjera; y, en el caso del sector, una persistente resistencia social y ambiental frente a proyectos mineros que no logran garantizar beneficios tangibles para las comunidades o un manejo responsable del agua y la biodiversidad.

Estos desafíos no deben ser vistos como barreras infranqueables, sino como recordatorios de que la industrialización minera no se logra de manera automática. Requiere decisiones políticas audaces, alianzas público-privadas sólidas y una narrativa que posicione la minería como palanca de desarrollo sostenible y no como una amenaza al territorio y las comunidades.

La oportunidad de una nueva industrialización

Una adaptación del modelo METS en América Latina y el Caribe sería mucho más que un asunto económico. Supone pasar de una región que exporta commodities a otra que exporta soluciones tecnológicas, servicios especializados y conocimiento aplicado. Supone aprovechar la transición energética no solo para vender más minerales, sino para crear cadenas de valor que generen empleos de calidad, innovación local y mayor autonomía frente a los vaivenes de los precios internacionales. Tendría un impacto transversal en la calidad de vida de las comunidades y la sociedad en general.

El ejemplo de Australia muestra que esto es posible. Pero también enseña que el éxito depende de la inversión constante en I+D, de la creación de centros de colaboración industrial y de un entorno regulatorio predecible que estimule la confianza de los inversionistas y fomente la sostenibilidad ambiental

El momento de actuar es ahora. El auge de la demanda de minerales estratégicos no será eterno, y los países que logren posicionarse en la próxima década como centros industriales de servicios y tecnología minera serán los que definan su futuro en la economía global.

Para ello, se necesitan cuatro líneas de acción inmediatas:

  1. Reformas regulatorias habilitantes, que modernicen la gobernanza del sector minero y aseguren estándares ambientales y sociales robustos.
  2. Inversión regional en investigación, innovación y digitalización, con recursos financieros específicos para acelerar la adopción de tecnologías limpias.
  3. Formación de capital humano especializado, capaz de acompañar procesos de automatización, robótica, análisis de datos y sostenibilidad en minería.
  4. Alianzas internacionales estratégicas, especialmente con países que ya han implementado modelos similares, como Australia o Canadá, para acelerar el aprendizaje y la transferencia de conocimiento.

CAF: un aliado estratégico en esta transformación

Con esta mirada, CAF – banco de desarrollo de América Latina y el Caribe se posiciona como un actor clave para acompañar a sus países accionistas en este proceso de transformación. El banco ya trabaja en mecanismos de financiamiento innovadores, programas de asistencia técnica y vehículos de cooperación que buscan reducir riesgos, atraer inversión privada y fomentar proyectos de industrialización sostenible.

CAF entiende que el desafío no es simplemente aumentar exportaciones, sino reconfigurar el rol de la región en la transición energética global. El dilema de la región ya no es si exportar o no exportar minerales estratégicos. La pregunta es si queremos seguir siendo exportadores de materias primas o si estamos dispuestos a dar el salto hacia una nueva industrialización que nos posicione como líderes en innovación, sostenibilidad y tecnología aplicada a la minería.

La oportunidad está servida. Australia ya mostró que es posible. América Latina y el Caribe tienen los recursos, la urgencia y los socios estratégicos para hacerlo. Y CAF está comprometida a ser el aliado que impulse este cambio histórico.

Jairo Tiusabá

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Jairo Tiusabá

Director, Dirección de Desarrollo de PYMES

Juan Carlos Elorza

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Juan Carlos Elorza

Director de Análisis Técnico y Sectorial, CAF- banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-

Economista de la Universidad de los Andes, con una larga trayectoria en materia de política comercial, integración económica y negociación de acuerdos comerciales internacionales, tanto en el sector público como privado. Experiencia en el diseño de políticas con énfasis en comercio exterior y competitividad. Trabajó como Gerente de Política Agrícola, Ambiental y de Tierras en el Proyecto MIDAS en Bogotá. A nivel internacional, se desempeñó como Consultor Principal en el International Trade Centre y la Secretaría de Estado de Asuntos Económicos de Suiza (SECO) en Lima, Perú.

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