Pensar la evaluación de género desde el diseño de los proyectos
El mainstreaming de género resulta un proceso complejo. Aún con voluntad de autoridades y equipos, frecuentemente los proyectos no identifican impactos diferenciales, por tanto tampoco riesgos de género. Y cuando se prevén, suelen tratarse de iniciativas tímidas o generalistas, y muchas veces fallan los criterios que las atan a la formulación.
Para comprender por qué resulta tan arduo transversalizar la perspectiva de género, la evaluabilidad es un concepto insoslayable.
Es habitual que a inicios de sus ciclos de vida, se apliquen a los proyectos criterios generales de evaluabilidad de manera relativamente sistemática. Conforme a su definición más sencilla, se trata de determinar las posibilidades de un proyecto o política para ser evaluado exdure o expost.
Pero asumiendo que todo proyecto es evaluable según el alcance esperado, los costos que se esté dispuesto a cubrir, la disposición de los responsables y la apertura a diversas metodologías, la evaluabilidad deviene entonces en la identificación del potencial de un proyecto de ser evaluado en condiciones óptimas, y produce propuestas para generar esas condiciones.
Además, la evaluabilidad permite:
- Definir más claramente el problema
- Consensuar soluciones
- Atar las soluciones con los supuestos detrás del problema como está definido
- Vertebrar sólidamente la lógica de articulación de objetivos, componentes, actividades, recursos y resultados
- Producir los indicadores necesarios para verificar esa lógica
- Nutrir el análisis de factibilidad
- Asegurar la medición, seguimiento, evaluación y rendición de cuentas
En este sentido, la evaluabilidad de género implica determinar qué condiciones óptimas en temáticas de género deberían satisfacerse. Significa analizar en qué medida el proyecto podrá ser juzgado, en base a información válida y confiable, según cómo habrá afectado la vida y las perspectivas de futuro de varones, mujeres, niños, niñas, adolescentes, personas de la diversidad sexual de diferentes generaciones.
Aún escasean los indicadores desagregados por sexo y su relevancia no siempre es obvia. Por ejemplo, en la industria médico-farmacéutica, tradicionalmente los ensayos clínicos con animales utilizan ratones machos, las hembras se excluyen para evitar una variable adicional: los ciclos hormonales. Las conclusiones se extrapolan al universo, que obviamente incluye hembras. Cuando se alcanza la fase de experimentación en humanos, han sucedido dos cosas: se ignora si drogas optimizadas para machos pueden funcionar peor o tener efectos inesperados en sujetos femeninos, y eventuales fármacos que podrían funcionar mejor en mujeres no llegan a testeo.
Mientras el género no sea parte constitutiva de los criterios de evaluabilidad, el experimento mejor diseñado podrá cumplir con todas las exigencias de evaluabilidad sin pasar la primera prueba de evaluabilidad de género: es posible que afecte diferente a las usuarias o usuarios según su sexo, pero se carezca de datos para afirmarlo.
Aún cuando se trabaje con población de ambos sexos, el sesgo androcéntrico es difícil de evitar. Cuando pensamos en trabajadores, evocamos una figura masculina: alguien cuya responsabilidad central es trabajar fuera de casa para proveer, exento de tareas domésticas y cuidado de dependientes, sin restricciones horarias ni limitaciones en su autonomía física, que construye su identidad en torno al trabajo. Cuando una intervención opera sobre un trabajador universal, fundamentalmente alcanza a trabajadores varones.
Igualmente, cuando reflexionamos sobre el impacto de intervenciones en infraestructura, pensamos en hogares: unidades con necesidades colectivas y recursos colectivizados. Somos inconscientes de que dentro se viven jerarquías; que sus miembros difieren en posibilidades de acceso y control de recursos según su sexo, edad, discapacidades, etc. Al cerrar el proyecto y ante la necesidad de evaluar resultados, somos incapaces de discernir los efectos sobre diferentes grupos poblacionales: no previmos la necesidad de hacerlo.
Como en las ciencias experimentales, la evaluación debe ser un proceso permanente, que atraviese la vida de los proyectos. También ha de serlo la evaluación de género e inclusión: no se trata de aplicar mediciones paralelas, sino de emitir sistemáticamente juicios fundamentados sobre los efectos que puede tener cada iniciativa en las vidas de hombres y mujeres dados los roles diferentes que les son socialmente asignados.
Para que exista evaluabilidad, por lo tanto, hay algunos prerrequisitos:
- Capacidades técnicas para comprender las complejidades y especificidades de la articulación entre el género y el ámbito de aplicación del proyecto
- Legitimación a quienes interpretan la información relevante al género para requerirla a otros actores
- Recursos, para aplicar esas capacidades al acopio y análisis de información
- Información pertinente para la PG: con una adecuada planificación, es posible demandarla a los stakeholders (como cualquier otro sistema de indicadores, deben seguir criterios SMART)
- Planificación, en tanto la evaluación de género no es una alteración a lo establecido para evaluar el proyecto preexistente, sino que debe integrar, imbuir y en definitiva, transformar la evaluación en sí
- Participación, central para la evaluabilidad desde la PG. Sólo la consulta a los/as protagonistas dará cuenta de una valoración certera
Por eso, CAF impulsa una estrategia de optimización de procedimientos y de fortalecimiento del personal en mainstreaming de género. Para asegurar los prerrequisitos mencionados, se actualizarán los conocimientos del funcionariado en Marco Lógico para la Gestión Basada en Resultados; se llevará a cabo una profundización conceptual en múltiples temáticas de negocio y sus articulaciones con género; se aplicarán planes de involucramiento de stakeholders; se publicarán una serie de guías y se ajustarán contenidos, herramientas y metodologías de aplicación de la Salvaguarda de Género.
Así, se mejorarán sensiblemente las condiciones de evaluabilidad, es decir, la incorporación de una perspectiva de igualdad transformadora en cooperaciones técnicas y proyectos de inversión para el desarrollo.