Una breve historia del tiempo

09 de junio de 2023

La década de 1980 fue testigo del comienzo de cambios que alterarían para siempre la suerte de la economía mundial. China en ese momento estaba entrando en una era de profundas transformaciones políticas y económicas y buscaba atraer inversiones extranjeras aprovechando la extraordinaria cantidad de mano de obra disponible y extremadamente barata. Em esse momento también comenzaron a despegar los cambios tecnológicos que acelerarían el comercio y la inversión, incluyendo la digitalización e internet, avances logísticos como la contenerización del comercio, integración de mercados, adopción de estándares y certificaciones, entre muchos otros.

Las empresas estadounidenses pronto se darían cuenta de la oportunidad de ganar en eficiencia y promoverían la deslocalización o la estrategia de transferir plantas industriales a China, un proceso que se expandiría y se volvería más sofisticado, dando un punto de apoyo a la formación de cadenas de valor globales. Esta columna es una brevísima historia del tempo; del tiempo de la globalización, tal y como se conocería a ese conjunto de cambios.

Entre 1990 y 2021 las exportaciones globales se aceleraron y crecieron 6,5 veces. Estados Unidos, Alemania y Japón, entonces líderes comerciales, vieron aumentar sus ventas al exterior 4,5, 5,1 y 2,8 veces, respectivamente. Pero las exportaciones de China crecieron nada menos que 80 veces. El país se convertiría en el mayor vendedor y pasaría a ser conocido como la “fábrica del mundo”.

Pero pasó el tiempo, pasaron muchas cosas y, desde mediados de la década pasada, la concentración de la producción en China comenzó a ser cuestionada y mostró una excesiva exposición a factores externos como el populismo, la geopolítica y la pandemia, lo que llevaría a la disrupción de contratos y problemas en el suministro de insumos y productos. Para reducir la dependencia de China, los gobiernos occidentales han comenzado a impulsar estrategias como el reshoring y el nearshoring, que tienen como objetivo traer plantas industriales aparcadas en ese país asiático de vuelta a casa o cerca de casa.

Pero muchos analistas y estrategas corporativos señalan que esta nueva estrategia repite el error anterior de concentración. Además, señalan que los tiempos actuales exigen una estrategia adaptada a las nuevas circunstancias y condiciones, entre las que destacan el aumento del coste de la energía, el aumento de la intensidad y frecuencia de los fenómenos naturales extremos, el creciente endurecimiento del cumplimiento ambiental y la creciente preocupación sobre temas geopolíticos, como la guerra en Europa y las tensiones entre Estados Unidos y China.

En consecuencia, ha surgido la visión de que es necesario promover la diversificación geográfica, y no la concentración de plantas industriales y cadenas productivas, de tal manera que se garantice la resiliencia y se proteja, de esta forma, los intereses de empresas y consumidores. La eficiencia está ganando nuevos contornos. Si antes los costes laborales eran el factor más crítico para la geografía de las plantas, ahora es la energía la que gana protagonismo en la agenda de competitividad de las empresas. Después de todo, el cumplimiento ambiental, los costos de energía y el perfil cambiante del consumo están entrando en juego, lo que influye en las inversiones y la ubicación de la producción. La energía verde, segura, barata y abundante está cada vez más en el centro de las decisiones de ubicación de la producción.

Algunos analistas afirman que la globalización tal como la conocemos habría llegado a su fin y que el comercio y el flujo de capital e inversión deberían incluso disminuir. La hipótesis parece exagerada, ya que no considera los intereses de las empresas y los mercados. Lo que probablemente veremos es una nueva etapa de globalización, que combinará elementos de resiliencia con la agenda moderna de eficiencia, aunque con algunos contornos político-regionales y, quizás, con un alcance menos amplio. El Powershoring es la expresión más visible de esta “neoglobalización”, ya que es una estrategia de localización de plantas industriales basada en la resiliencia y la eficiencia asociadas a las energías verdes.

Por su condición única de producir energía limpia y renovable, de contar ya con una matriz energética relativamente limpia según los estándares mundiales, de estar desarrollando portafolios de proyectos ambiciosos en el área, de contar ya con planes y proyectos ambiciosos para la producción de hidrógeno verde (H2V) , liderando la agenda de los biocombustibles y desarrollando nuevos modelos de negocios y nuevas tecnologías para el sector energético, América Latina y el Caribe (ALC) se perfila como uno de los grandes participantes potenciales en la neoglobalización. Además, ALC tiene una ubicación geográfica privilegiada, está alejada de cuestiones geopolíticas y cuenta con gobernantes cada vez más conscientes de la relevancia estratégica de la agenda ambiental para el desarrollo económico y social.

La neoglobalización podría ser la punta de lanza de la industrialización de la región, que podría tener cuatro ejes sinérgicos y complementarios: la atracción de plantas industriales por el powershore; la atracción de nuevas inversiones en energías renovables y H2V; albergar la formación de un centro global para la producción de equipos, servicios y mantenimiento de energía renovable y H2V; y la atracción de inversiones dirigidas a la agenda de biocombustibles y nuevas tecnologías. Se trata, por tanto, de un proceso de industrialización en el que jugarían un papel decisivo las energías limpias, las inversiones verdes, las ventajas competitivas, el cumplimiento ambiental, el capital extranjero, las exportaciones, la tecnología y la innovación, conjugando el respeto y la protección del medio ambiente con la agenda del desarrollo.

Las inversiones en el ámbito de la neoglobalización podrían “arrastrar” y dar tracción a negocios en muchos sectores industriales y de servicios, financieros y no financieros, y podrían ser determinantes para la generación de empleos e ingresos y para el desarrollo regional. Para aprovechar todos estos beneficios potenciales, los gobiernos de la región deberán comprender la oportunidad que se presenta, preparar estrategias adecuadas, definir prioridades, trabajar de cerca con el sector privado y poner en marcha una agenda ejecutiva que permita la incorporación de beneficios lo más rápido posible para lo que podría ser la mayor y más potente fuente de transformación para las economías de la región.

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Autores:
Jorge Arbache
Jorge Arbache

Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-