América Latina y el Caribe: mucha agua, pero mal aprovechada
13 de octubre de 2024
La región necesita reforzar la infraestructura verde y promover nuevas soluciones basadas en naturaleza. A este desafío se suma la necesidad de gestionar mejor los recursos naturales y los eventos extremos, como las cada vez más frecuentes inundaciones y las sequías.
Desde hace años, el principal recurso para la vida se ha convertido en un bien escaso. El agua, que cubre el 70% de la superficie del planeta, escasea en cada vez más en hogares, y su gestión compromete a la agricultura irrigada, la industria, la minería, la producción hidroeléctrica, e incluso ocasiona conflictos entre sectores debido a la competencia por el recurso. Y esta situación será todavía más extrema como consecuencia del cambio climático.
No estamos hablando de amenazas futuras ni de escenas de ciencia ficción. En Colombia, por ejemplo, las condiciones hidrometeorológicas de este año han generado un desabastecimiento de agua en varias ciudades del país, incluyendo su capital, Bogotá, cuyos embalses operan a una capacidad de menos del 50% como consecuencia de las sequías. Recientemente, también se registraron grandes inundaciones en Río Grande do Sul, en Brasil, prolongadas sequías en Montevideo o lluvias torrenciales y sequías en Ecuador, entre otros.
En una situación parecida han estado, están o estarán otros países de la región como Argentina, Bolivia, México, Uruguay o Chile… pero también Europa. De hecho, se calcula que el 17% de la población europea corre un alto riesgo de escasez hídrica para 2050, y que tres cuartas partes de la población de España enfrenta un riesgo alto por la falta de agua si no se toman medidas. Ciudades como Sevilla, Granada, Córdoba y Murcia sufrirán el mayor riesgo de escasez de Europa.
América Latina y el Caribe cuenta con más de un tercio de los recursos de agua dulce de la tierra, lo que nos sitúa en una situación a priori ventajosa y como una región que puede aportar soluciones globales al problema. Pero nuestro problema no está tanto en la disposición, sino en el acceso: tenemos mucha agua, pero está mal distribuida, o distribuida de manera heterogénea, lo que provoca escasez en algunos lugares y durante determinados periodos. Esto, a su vez, está limitando el desarrollo integral de la región.
Para cerrar las brechas de acceso y seguridad hídricas será imprescindible abordar el problema de manera integral y poner el foco en las áreas urbanas, que concentran el 70% del PIB regional y son hogar del 82% de los latinoamericanos y caribeños. Las ciudades juegan un papel dinamizador de la economía y, por eso, deben constituirse en polos del desarrollo social inclusivo y ambientalmente sustentable. Según un análisis reciente del Monitor Ciudadano de Desarrollo Sostenible (MCDS) de CAF y Citibeats, basado en 2,9 millones de publicaciones en redes sociales y blogs, la seguridad hídrica emerge como la principal preocupación en la región.
Una línea de atención prioritaria debe centrarse en mitigar los efectos adversos de la mala gestión del agua, es decir en abordar el déficit de infraestructura, capital humano, institucional, financiero y de gobernabilidad. Es imprescindible que las ciudades aumenten su capacidad de resiliencia hídrica, tanto para planificar, prevenir, como para dar respuesta y poder recuperarse ante amenazas de origen hídrico, lo que conlleva retos económicos, sociales y ambientales.
Como parte de esta problemática, la región no alcanza a cerrar la brecha de acceso seguro al agua para más de 160 millones de personas; en saneamiento, el reto es todavía mayor, ya que prácticamente el doble de dicha cifra no cuenta con acceso seguro, y la falta de ambos servicios tiene efectos severos en la salud, pero, además, condiciona la educación, la equidad de género, las oportunidades de empleo y el desarrollo ulterior de las poblaciones. Por ello, no contar con agua y saneamiento, es también un indicador de exclusión y desigualdad.
La región necesita reforzar la infraestructura verde y promover nuevas soluciones basadas en naturaleza. A este desafío se suma la necesidad de gestionar mejor los recursos naturales y los eventos extremos, en especial los asociados al agua, como las cada vez más frecuentes inundaciones (en la región se produce en promedio una inundación cada quince días) y las sequías de 2020 a 2022 han sido cuatro veces más dañinas que las ocurridas de los veinte años previos.
La resiliencia hídrica requiere una aproximación sistémica e integrada que atienda los riesgos referidos. Las ciudades no pueden verse como espacios aislados, sino que la gestión del agua debe concebirse desde el enfoque de cuenca: las acciones que se realicen en la parte alta de la cuenca pueden afectar a la cuenca media y baja, y viceversa. A manera de ejemplo, una represa de grandes proporciones que se construya en la parte baja de una cuenca puede generar remansos indeseables hacia aguas arriba.
Para acelerar las soluciones de seguridad hídrica en la región, CAF y el Ministerio para la Transición Ecológica de España celebrarán en Madrid los décimos Diálogos del Agua, que abordarán la resiliencia hídrica en las ciudades y analizarán enfoques e iniciativas que plantean la gestión del agua más eficiente y ambientalmente sustentable, en la que se integran la economía circular del agua, las soluciones basadas en la naturaleza, el uso de aguas no convencionales, así como la innovación tecnológica, la mano con la digitalización y la inteligencia artificial, entre otros.
Sergio Díaz-Granados
Presidente Ejecutivo, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
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