¿Cómo les fue a las economías latinoamericanas en 2022?

Fecha artículo: 29 de diciembre de 2022

Autor del post - Adriana Arreaza

Directora de Estudios Macroeconómicos de CAF

América Latina y el Caribe culminan el año con un balance macroeconómico mixto, signado por tasas de crecimiento relativamente sólidas, mejoras en los resultados externos y fiscales, pero con altas tasas de inflación.  

Esperamos un crecimiento promedio final de 3,5% en la región para 2022, superando las más modestas expectativas de una expansión de 2,3% que teníamos a principios de año. 

Fueron varios los factores que marcaron esta mejora en el resultado. En primer lugar, el salto en los precios de las materias primas derivado de la guerra en Ucrania, que favoreció a los países exportadores de energía, metales y alimentos en la región. En segundo lugar, el amplio acceso al financiamiento, en particular favorecido por los movimientos tácticos de la cartera a favor de la región respecto de China y del conflicto en Europa del Este. En tercer lugar, el arrastre de la progresiva reapertura de actividades como el turismo que sustentó la recuperación en muchas de las economías del Caribe.  

Gracias a estos resultados, la mayoría de las economías latinoamericanas habrían recuperado este año los niveles de PIB previos a la pandemia. La reactivación de la actividad también habría mejorado, además, las condiciones en los mercados laborales. El empleo y la participación laboral retornaron a los niveles previos a la pandemia en la mayor parte de la región.  

La actividad, sin embargo, está empezando a mostrar signos de debilidad en los últimos meses y proyectamos un crecimiento de apenas a 1,3% en 2023 para la región. Esto como resultado de un contexto menos favorable derivado del ajuste monetario sincronizado que está endureciendo las condiciones financieras y enfriando la demanda global; el debilitamiento de los precios de las materias primas; una elevada incertidumbre; y la persistencia de las presiones inflacionarias. 

Y es que, así como la actividad sorprendió al alza en 2022, también lo hizo la inflación. En varios de los países de América Latina la variación anual de los precios llegó a superar los dos dígitos durante el año, algo inédito en décadas. Sin embargo, en meses recientes, las tasas de inflación han comenzado a retroceder, pues algunos de los factores que inicialmente determinaron el alza de los precios comienzan a disiparse.  

Por ejemplo, las cotizaciones de las materias primas, los costos internacionales de flete y los problemas en las cadenas de valor han cedido.  La progresiva desaparición de algunas de las restricciones de oferta junto con una demanda más débil ha cerrado la brecha entre oferta y demanda, mitigando así el impulso alcista en los precios. 

Las tasas de inflación podrían entonces haber alcanzado un máximo y continuarían convergiendo hacia las metas establecidas por los bancos centrales en 2023. De ser así, el ciclo de alzas en las tasas de interés estaría llegando su fin. En ese sentido, algunos bancos centrales de la región ya han manifestado que las tasas de interés alcanzaron los niveles deseados, con lo cual detendrían-- o ralentizarían-- el proceso de alzas.  

Pero la inflación subyacente—aquella que no toma en cuenta componentes de oferta volátiles como alimentos y energía, y sobre la cual los bancos centrales pueden tener una mayor incidencia—apenas comienza a ceder en algunos países. De este modo, aun cuando hayan alcanzado sus máximos, es de esperar que las tasas de interés permanezcan en terreno restrictivo hasta tanto la inflación no arroje señales contundentes de convergencia a las metas.  

Cuán lenta y estable será la trayectoria de convergencia de la inflación a las metas es difícil de predecir, particularmente en un entorno incierto donde pueden emerger sorpresas del lado de la oferta. Lo que es más fácil de advertir es que los bancos centrales de la región—que se adelantaron a la curva con el retiro de los estímulos desde 2021—seguramente no bajarán la guardia.  

Por último, en el plano fiscal, continuaron observándose mejoras en los resultados. Los déficits fiscales retrocedieron en la mayoría de los países y, junto con el crecimiento del producto nominal, esto determinó una caída del endeudamiento en la región a 69% del PIB en 2022, luego del máximo de 77% alcanzado en 2020. Sin embargo, los niveles de deuda permanecen elevados y se requerirán esfuerzos adicionales de consolidación para recuperar el espacio fiscal y estabilizar la deuda.  

Las autoridades fiscales vienen enfrentando el difícil balance entre dar continuidad a los esfuerzos para sanear las cuentas fiscales, proteger a los más vulnerables y avanzar con los planes de inversión pública. Esta coyuntura de desaceleración con presiones inflacionarias impone una dificultad adicional, y es que la política fiscal no debería ir en contra de la dirección de la política monetaria. Esto quiere decir que las autoridades deberían evitar crear un impulso agregado a la demanda que acelere nuevamente la inflación.  

De lo contrario, las autoridades monetarias se verán en la necesidad de elevar las tasas de interés aún más para contrarrestar el impacto del impulso fiscal sobre la demanda y los precios. Esto no solamente afectaría las condiciones de crédito, afectando así las decisiones de consumo e inversión de los agentes privados, sino que impactaría negativamente los parámetros para la sostenibilidad de la deuda pública.  

Recordemos que la inflación es un impuesto altamente regresivo. Contenerla es imperativo, precisamente, para proteger a los más vulnerables. En consecuencia, debe seguir siendo una prioridad de las políticas públicas en el corto plazo. Esto demandará políticas de asistencia mejor focalizadas, procurando una asignación más eficiente del gasto, y debidamente financiadas a través de impuestos más progresivos. La introducción de mecanismos de indexación, de subsidios regresivos u otras medidas que pongan en duda la estabilidad fiscal a mediano plazo pueden ir en la dirección opuesta, dificultando el proceso de abatimiento de la inflación. 

La situación macroeconómica de América Latina, si bien es compleja, no es mucho peor que la que atraviesan otras economías emergentes—e incluso avanzadas—en cuanto a la necesidad de controlar la inflación y recuperar el espacio fiscal. Haber afianzado instituciones para implementar políticas monetarias, financieras y fiscales más coherentes en la región ha permitido, entre otras cosas, controlar el flagelo de la inflación, lograr una mayor estabilidad financiera y un manejo menos procíclico de los ciclos económicos.   

Resulta bastante incontrovertido que la estabilidad macro no es una bala de plata para solventar deficiencias estructurales que arrastra la región como el bajo crecimiento o las marcadas inequidades sociales que se transmiten entre generaciones. Pero es una condición de partida necesaria para lograr mejoras sostenidas en el bienestar de la gente. En su ausencia, es difícil pensar que puedan implementarse exitosamente las agendas comprehensivas de políticas públicas necesarias para abordar los problemas estructurales de la región. Si en un lugar deberíamos tenerlo claro es en América Latina. 

Adriana Arreaza

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Adriana Arreaza

Directora de Estudios Macroeconómicos de CAF

Directora de Estudios Macroeconómicos en CAF. Es Economista de la UCAB en Caracas y Ph.D de Economía de Brown University. Es profesora en la Escuela de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Anteriormente trabajó en el Departamento de Investigaciones del Banco Central De Venezuela. Ha publicado artículos de investigación en revistas y libros nacionales e internacionales.

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