Un mecanismo de inclusión financiera innovador y eficiente
Con el inicio de las primeras medidas de restricciones a la movilidad anunciadas el 10 de marzo de 2020, se iniciaba un proceso de enorme incertidumbre en Paraguay, así como en todo el mundo. Entre todas las incógnitas y preocupaciones, resaltaba una: ¿qué pasará con los trabajadores informales?, ya que dejarán de tener ingresos y no poseen un sistema de protección social
Según ILOSTAT, el 68,9% de los trabajos son informales en Paraguay. Por ello, se temía un gran efecto negativo por la cuarentena que se terminó imponiendo en marzo y todo abril y no se descartaba la posibilidad de conflictos sociales. El gobierno debía llegar a mucha gente y rápido.
El programa social vigente más grande contaba con unos 190.000 beneficiarios, un 2,6% de la población. No era suficiente usar este programa y otros más pequeños para llegar a todos los potenciales trabajadores informales que serían afectados por la pandemia. Tampoco había buenas bases de datos ni registros públicos con datos suficientes para identificar a estos individuos. Los primeros programas de transferencias en especie tropezaron con un gran problema. Generaban aglomeración de personas que debían evitarse a toda costa.
El gobierno decidió ir por una vía poco ortodoxa, pero potencialmente ágil: dar dinero a toda persona mayor a 18 años que entre dentro de una definición, bastante laxa, de “informal”. En concreto el programa tenía las siguientes características:
- Un subsidio de 25% del salario mínimo (aproximadamente USD 80).
- Toda persona que no aparezca en alguna base de datos como la del funcionariado público, aportante al sistema de seguridad social y otras, sería considerada informal. El potencial beneficiario debía inscribirse en una página web con dato de cédula y teléfono celular.
- Pago a través de billeteras electrónicas asociadas al número de teléfono celular, que permiten pagar directamente a los negocios. Evitar aglomeración y la necesidad de agilidad requería evitar transferencias en especie y transferencias bancarias que aglomeren gente en los bancos.
El 15 de abril iniciaron las transferencias y para mitad de mayo se alcanzaron a unas 1.200.000 personas (1 de cada 5 paraguayos mayores a 18 años). Este programa llevó el nombre de Pytyvõ, palabra en guaraní que significa “ayuda/ayudar”.
El programa Pytyvõ fue una apuesta audaz: requirió ampliar la base de beneficiarios sociales en una magnitud importante, apostar al pago a través de medios electrónicos en vez de especie y apostar a una nueva tecnología. Luego del pago inicial, el programa se mostraba exitoso con incidentes menores. Ante la falta de celulares por parte de algunos beneficiarios se agregó un nuevo método de pago, que consistía en pagar con la cédula de identidad. El programa resultó un éxito, con incidentes menores dentro de lo aceptable.
Un estudio de la CEPAL ha estimado las variaciones de la pobreza en Latinoamérica en 2020. Allí resalta que los programas de transferencias evitaron que la pobreza extrema y la pobreza total aumenten en forma significativa a pesar de la crisis. En el caso del Paraguay estas transferencias, y especialmente el programa Pytyvõ, implicó que el indicador de pobreza total aumentara solo de 19,4% a 19,7%, mientras que sin el programa la pobreza hubiese alcanzado a 21,5% de la población.
Resumiendo, el programa logró hacer llegar un subsidio del Estado a una parte de la población vulnerable y totalmente ajena al mercado financiero formal, a través del uso de mecanismos de inclusión financiera innovadores y eficientes.