Invertir en turismo: una buena herramienta de política económica inclusiva
Las inversiones turísticas bien estructuradas e implementadas pueden contribuir a dinamizar las economías de comunidades vulnerables.
Cada vez más, el desarrollo económico local incluye iniciativas turísticas, no solo por sus bondades económicas, sino también porque representa una oportunidad de sostenibilidad social, cultural y ambiental para las comunidades rurales y urbanas, autóctonas y mestizas, con potencial productivo, que se encuentra a lo largo de la vasta y atractiva geografía latinoamericana.
Muchos gobiernos de la región, nacionales y subnacionales, han advertido esta situación y empiezan a crear estrategias conjuntas con actores locales. En ocasiones se debe a que las comunidades presionan para lograr soluciones de infraestructura de servicios básicos y de conectividad que mejoren sus iniciativas turísticas, o porque han entendido que este sector es capaz de emplear y generar riquezas, contribuyendo a disminuir el nivel de pobreza, que en América Latina todavía se encuentra en 28%.
Si bien las políticas de desarrollo turístico focalizadas en comunidades han comenzado por la construcción de infraestructura básica de acceso al agua y saneamiento, así como espacios de recreación, entre otros, los gobiernos también están invirtiendo en la generación de capacidades productivas para la prestación de servicios turísticos. Tal es el caso del Gobierno de la Provincia de Catamarca, en Argentina, quien con el apoyo de CAF prevé crear un museo gastronómico que incluye una escuela taller de cocina, en el marco de un programa amplio de desarrollo de infraestructura y capacidades para el sector.
Otro ejemplo lo encontramos en el Salar de Uyuni en Bolivia, donde el gobierno central decidió apoyarse en CAF para promover las capacidades turísticas, haciendo énfasis en la generación de competencias para la prestación de servicios hoteleros, de guiatura y gastronómicos, así como idiomas y administración de empresas del sector, dentro de las propias comunidades de Uyuni, mediante una escuela taller de turismo.
Pero, ¿por qué se le está dando especial atención al fortalecimiento de estas capacidades en la población local del destino turístico? Porque se trata de una actividad que genera divisas en muchos casos, que depende de forma significativa de las competencias y talentos de las personas que la prestan, y que requiere de buenos servicios de atención para lograran mejores retornos.
En América Latina se está aprendiendo a generar valor a partir de buenas ofertas en materia de alojamiento, alimentación, transporte, tours y espectáculos, asociadas con el disfrute y esparcimiento, pero desde la sencillez de lo rural, de lo agreste, de lo original. Se trata de una oferta de productos turísticos basados en la naturaleza y la cultura de pequeñas comunidades que explotan un cultivo, la crianza de una especie o la artesanía, y que al mismo tiempo están preparadas para recibir y hacer sentir como en casa al visitante.
Tomar nota de estas demandas ha traído como ventaja incluir la formación como un elemento central en las agendas políticas de inversión sectorial, donde el turismo se convierte en una herramienta de inclusión financiera y social para poblaciones vulnerables, que desarrollan sus conocimientos técnicos al tiempo en que incrementan sus ingresos. Esto gracias a la creación de ofertas que van más allá de una buena estadía, una saludable comida y unos bonitos paisajes, y se convierte en la promesa de una maravillosa, segura y confortable experiencia.