Alta tecnología con baja productividad

15 de agosto de 2022

¿Cómo explicar la persistente pobreza y el atraso económico de América Latina y el Caribe? Las explicaciones son, por supuesto, muchas, pero muchos analistas destacarían la falta de reformas económicas. Pero cuando miramos más de cerca, vemos que la región ha estado experimentando sucesivas reformas desde por lo menos la década de 1990. De hecho, la región ha promovido la apertura económica y suscrito acuerdos comerciales y de inversión, leyes para impulsar diferentes áreas de la economía, adoptado nuevas políticas monetarias y fiscales, entre muchas otras medidas. Pero, ¿por qué la pobreza sigue siendo elevada y el crecimiento económico frustrante?

Para ayudar a desentrañar la pregunta, considere una variable importante: la productividad. La productividad de la región representaba el 40% de la americana en 1980, pero hoy corresponde sólo al 26%. Algo similar sucede en la comparación con los países europeos. Definitivamente hay algo mal con esta variable tan importante. Hay varias explicaciones para la baja productividad, pero tomemos una en particular. La evidencia empírica sugiere que hay un rezago en el uso y aplicación de tecnologías de punta y la baja utilización de ese uso ayudarían a explicar una parte importante del diferencial de productividad entre países.

Como ejemplo, piense en un caso muy simple y familiar: el teléfono celular. Además de la comunicación convencional y la participación en las redes sociales, el celular ha democratizado el acceso a una gigantesca lista de información y bases de datos, sofisticadas aplicaciones con fines profesionales y de acceso al mercado, aplicaciones académicas, de conocimiento, aprendizaje y capacitación, entre muchos otros servicios con un impacto potencial en la productividad. Pero a pesar de esto, y de que tanta gente en la región tiene celular -en 2020 había 102 líneas de telefonía móvil habilitadas por cada 100 personas-, la evidencia muestra que el uso y explotación de esa tecnología con fines profesionales fue bastante discrepante entre personas de la región y de países avanzados. Algo similar se observa en el uso de computadoras, robots, equipos de transporte, construcción civil y otras tecnologías. ¿Cómo desentrañar este enigma de alta tecnología y baja productividad?

La explicación más potente está asociada a las deficiencias en el capital humano, desde la baja educación hasta indicadores relevantes para la adopción y uso de tecnologías, como el desarrollo cognitivo, habilidades específicas en áreas tecnológicas, disponibilidad de ingenieros y científicos y disponibilidad de universidades y centros de investigación. La evidencia muestra que el enorme atraso de la región en esos indicadores tiene implicaciones tales como resistencia a la adopción y uso de nuevas tecnologías y métodos de trabajo, incapacidad para manejar nuevas tecnologías, baja calidad de productos y servicios, poca puntualidad con los clientes, así como un desarrollo insignificante de nuevas tecnologías, incluso en áreas donde los países de la región ya tienen una presencia productiva relevante, como la minería y la agricultura.

De hecho, la historia evidencia que cuando hay poca o se utiliza mal la tecnología, ésta puede ser punitiva. Tomemos el caso de Chile a finales del siglo XIX y principios del XX. A principios de siglo, el país representaba alrededor del 40 % del mercado mundial del cobre, pero para 1911 esa participación había caído a menos del 4 % debido a prácticas de producción primitivas y poco conocimiento de geología y métodos avanzados de procesamiento, que encaminaron al país a experimentar una caída significativa en la producción. Recién con la adquisición de minas chilenas por parte de empresas extranjeras que manejan tecnologías avanzadas, el país recuperaría un rol protagónico en el sector. Un caso similar vivió México en el mismo período. Como contrapunto, el desarrollo de la industria minera estadounidense en el siglo XIX estuvo acompañado de fuertes inversiones en capital humano y en desarrollo científico y tecnológico, lo que daría lugar a una amplia gama de actividades derivadas diversificadas y sofisticadas y a un creciente liderazgo en varios sectores manufactureros de la cadena de valor correspondiente. La pregunta, por tanto, es sobre cómo y no sólo sobre qué se produce.

Las experiencias de Brasil son reveladoras. Hasta alrededor de la década de 1990, el país era un importador neto de alimentos, pero las grandes inversiones en conocimiento, ciencia y tecnología, capacitación y extensionismo iniciadas en la década de 1970 llevarían al país a incorporar, adaptar y desarrollar tecnologías y aumentar la productividad hasta convertirse en uno de los mayores exportadores agrícolas del mundo. Otra experiencia fueron las fuertes inversiones iniciadas hace décadas en la formación de ingenieros, técnicos y científicos en el área petrolera, lo que llevaría al país no sólo a incorporar, sino también a desarrollar tecnologías en áreas avanzadas como la producción en aguas superprofundas y presal y postsal y se convertiría en uno de los mayores productores de petróleo del mundo.

Una tercera experiencia es el sector aeroespacial. Una decidida política de formación de ingenieros y técnicos, también iniciada hace décadas, llevaría al país a incorporar inicialmente y luego desarrollar tecnologías que lo llevarían a asumir una posición relevante en la industria aeronáutica mundial y otras tecnologías avanzadas. Si bien experiencias como estas son bastante importantes, también revelan la necesidad de aterrizar la agenda del capital humano a favor de toda la economía y no de manera localizada, de tal forma que se promueva el aumento amplio y generalizado de la productividad, que es la receta más importante, perenne para romper con el atraso económico y social.

Para que la región desarrolle todo su potencial comercial sin igual en cambio climático, bioeconomía, agricultura y minería sostenibles, segmentos industriales y muchos otros sectores y desarrolle soluciones adecuadas al contexto local, será esencial invertir en capital humano, gestión, ciencia, tecnología e innovación. Después de todo, ya hemos aprendido que la simple importación de tecnologías no nos lleva lejos. Solo así será posible crecer a mayores tasas, generar empleos de calidad y promover una calidad de vida digna para toda la población.

Autores:
Jorge Arbache
Jorge Arbache

Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-